jueves, septiembre 29

La bien compuesta tierra



Partir del portal de Santiago
hacia atrás
donde las callejas se adoquinan, disfrazarla montaña
recova del apóstol
guarda sus oros como si fuesen de por sí valioso tesoro.

Lo mágico es alejarse.
Quien se adentre en esas catacumbas a cielo abierto,
sabrá pues, fueron los caminos cuyo testimonio han sabido dar al tiempo.

Con aquestos pasadizos protéjense de lluvia infinita,
una sola, fiel compañera de los días compostelanos
y las noches: la llovizna son las estrellas descendiendo para humanizar,
no es madre la naturaleza, sino madrastra según Gracián
-te lo quita al nacer, lo devuelve al morir- mas no por eso, digo,
te deja de amar.

Marejadas de gentes esconden sus almas,
el amparo de esos techos impiden hoscos la bendición del orvallo en la frente
-desde todos los flancos posibles-.

Porque así te empapás en Santiago,
como quien interroga suspicacias
royendo los carozos de las ánimas zumbantes
hasta hacer arder un fuego con el entendimiento gustativo al mezclar la perfecta unión de morrón-papa-cebolla-huevos, muchos. Bien babé.

Derrámanse precozmente al cortarse sobre un tablón curado al tiempo que refleja su osadía en el cielo picheleiro que nos cobija
con su estrella, la del fondo negro y de dorado corazón.

Un momento dura aquello. Las tablas forman la ilusión de patio colonial
como se los conocieron alguna vez,
colonial aunque sin aljibe
esas son cosas raras que suelen usar los del sur.
Los de más al sur.

Acá el agua la sacan de arriba.
Cómo irla a buscar entre la tierra, ni profanar su profundidad de tierra bien compuesta,
allí donde en paz descansa el santo en su santidad.

Las calles, las veredas, los autos circulan raudos, los mozos y las mozas cuchichean confidencias que lava la lluvia
y sin embargo ríen, a carcajadas ríen
mientras se rizan en derredor a una mesa sin banderas
estornudando acordes que se cagan en las fronteras
acompaña la música y comparten sus odres,
así como la garúa,
(por otros pagos todavía andan diciendo que fue el cielo quien se ha puesto a llorar).

No por acá, donde la lluvia es ideas y confraternizar
de ideas y vueltas
es el verdadero saudade de la celtiberia,
¡Otra vuelta!
no digas otra, nadie tiene por qué saber cuánto has bebido.

Los momentos circulan haciéndose eco de los corazones sangrando vino por el camino hasta volver a mirar al cielo
oteando al parroquiano
abrazos tras copas que relanzan la liturgia entre nube y nube.

Esas despiertan forasteros incautos con el olor de la oliva salteando un ajo entero
y quemadito apura el desayuno.

Nada más parecido que un miércoles a un sábado aquí; que un domingo a un viernes,
aún, un día cualquiera no es cualquier día...
... siempre hay el tiempo
para una caña más.

lunes, febrero 22

Hola pulpito

Hay un pulpito en la bañera que se cruza de tentáculos cuando me ve pasar

a nadie molesta con su presencia, ni llora, ni muge, por qué lo habría de echar?

Toma el agüita que por ahí queda,
su alimento se lo inventa,
siempre anda de buen genio
y su talante da para envidiar.

A veces le cuento mis ideas y él me aconseja,
qué más puedo pedir
Si hasta gracioso en su entrecejo te contesta
que si no fuera su alegría la bañera,
fuera por fuera,
que no fuera que se fuera,
adónde fuera que se fuera a ir.

lunes, febrero 1

Más palabras

Los caminos se entrecruzan al atardecer
con los últimos estertores de la hora diecinueve.
cobijarán ansias,
arrullos con muecas,
con  muequitas,
y tuercas de abrigo forzado
en un verano azuzado,
luego desechado
para al final recuperar el aliento.

Las acacias al costado resoplan
son movidas por el sol en su penuria máxima
al cerrarse sobre sí mismas
despliegue fantástico
de hojas que aserran el aire
húmedas de rocío
aferradas a la ilusión del nuevo día
que se va.

Las piedras, las piedritas, el polvo
todo es tierra y orgullo de sequedad
como garganta enrojecida por llorar sin lágrimas
a pausa de buen entendedor
y tirarse panza arriba
hasta el remiendo del saco mira al cielo a punto de estrellarse
contra el suelo.

Allí será de nuevo piedra
piedritas y polvo.
Todo es seco.
La tierra es orgullo,
y las gargantas gritan sin pausa.
No hay más por qué llorar.
El suelo remedia las plantas cayadas.

Allí será todo acacia
morada y celeste, a punto de abrirse al nuevo día.

Cuando den las veinte, la luz cobrará formas difíciles de resolver.
Los caminos volverán a ser caminos,
Las sombras esconderán su valor.
Todo volverá a ser muecas y muequitas

A veces las palabras están de más.