miércoles, agosto 22

-la segunda-


Tantas rosas que guardaba
frescas, incautas en su querer
con voz ronca y espanto
atesoró de todas esas, una.

Y qué me dicen de las broncas cuando cantan
qué de la siembra en un pálido lunar
si no hay tormenta dejándolos de a saltos
al momento de la muerte
amándola y después callar.

En su aliento una rosa le escondía
para en noches de sábana y soledad
acariciar la escarlata de su espalda
de sus ruegos, de sus mañas
y de aquel lunar.

A quien diga que las penas no acompañan
o quien pueda de estas cosas no contar
que busque maleza entre sus palmas
que se entregue,
o sólo respire,
hasta quizá se salve de no decir más.

Una rosa guardaba
fresca, incauta en su querer
con voz ronca y espanto
sólo foto de esa flor guardó.
No por ser pena en crudo de matanza,
inquina entre suspiros,
la foto se esfumó.

Y qué me dicen de las broncas cuando cantan
qué de la siembra en un pálido lunar
si no hay tormenta dejándolos de a saltos
al momento de la muerte
callándola
después de amar.

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