lunes, agosto 6

Clin! Carta: agosto correspondiente


Buenos Aires, 6 de agosto de 2012

A Diego 
(la a es de amigo)

           Es tal cual vos lo dijiste. Andamos paveando en la cornisa, sin temor a resbalar; con temor a resbalar; sin pruritos que filtren lo que escribimos, aunque también lo hacemos con bastantes de esos, y de los otros, y de cada una de las cosas que vamos teniendo a nuestro alcance para algo ir a contar. ¿Será como cocinar, acaso? Algo así como abrir la alacena y ver quiai para arremeter contra la olla, como si de eso uno supiera, como si la esencia del potente tuco que guarda tres o cuatro secretos de familia no te invitara a descubrirlo en cada padalareada, en cada pancito que mandás derecho a la olla, la de barro. ¡Y claro! Si sólo lo haces para escuchar el reto severo de la mano armada en delantal y cuchara de madera, que no hace más que anunciar la esperada amenaza: ¡No che, que se corta la salsa! y la risa, siempre la risa. Esto de cocinar es un poco así: un poco de ingredientes, otro poco de palabras, que hasta no hacerlas llegar a su punto, quedan nada más que palabras, siempre palabras. Eso sí, que si las cocinamos con entusiasmo es nada más por evitar que se cuelen y diluyan por la rejilla de la pileta. Porque también, hay palabras y palabras.
Es tontear sobre el abismo te figuraste a esto del oficio de escribir, precisamente, bordeando el orificio que invita a aventarse, aventurárse por ese agujero que buscamos rellenar todo el tiempo, con palabras ¡como si eso se pudiera! algo de eso seguro que sí. Es evitar que se diluyan, del todo; o que queden muy puras. Me encuentro a lo largo de cada recorrido millones de agujeros atiborrados de cosas con mucho sentido y ahí es cuando me siento a esperar que aquélla nube algo oscura, como de tormenta poco amiga, se disipe un poco en su mismo decir, atento a que algo de aquello, en algún momento, pase a otra cosa.
No se me hace extraño que en la costa europea que te acompaña hoy, o que aquí en la rivera del Plata, un gran puente quede armado de esas otras cosas que cada tanto la palabra deja escurrir.
Desde acá, hoy los puntos de partida se pluralizan y se hacen completamente equívocos, se tornan graciosos, chisporroteros e inquietos, y cuando no, te dejan en orsai esperando que el laiman levante la bandera, pero sin pedirlo..
..y la risa, siempre la risa


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