sábado, marzo 31

gilastruna

Ahora sos mina de mundo
y el barrio olvidado.
Tus amigos, tus labios
no son más que niebla
con ademanes de fifí
de esos que suenan a fandango
y los chambones siempre merodiando por ahí.

Buscabas
un gil de esos pa convencer
¡empedernida andaba la percanta!
hasta tu sombra vio partir

Si alguna vez
tu retorno me comparte
no me busqués a la sobra
por ahogar tus penas
en tus piernas el recuerdo turulato
de berretines y tacos
que el chamuyo vio pasar.

A vos, preciosa,
que de prima no te aguardo
me traés a la penumbra y reclamás amor
te manyaste de un bocado la bordona con mi olvido
desafiándome a tu trampa 
de alquilada pasión.

viernes, marzo 30

las bases

un destello de luz
hace cuenca en tu voz
aquella voz de remanso
febril y alocada
sencilla, sincera
y en tus ojos magnos
o en tu mirada
con la calma del mar
y el ardor de esta poesía

miércoles, marzo 28

cantando


Un tal lombardo juntaba trufas desperdigando manojos enteros de canción por el bosque de las cincuenta sombras verde oscuras dibujadas en escalinata y adustas por entre las ligustrinas que apurábanlo a concluir su jornada.

El tal lombardo no estaba apurado, mas su impetú de finalizar el día laboral lo inquietaba al ver que cada nueva trufa recolectada proyectaba una y otra más.
Así pasaba el lombardo largas semanas entusiastas, y una de conciencia doblada, que lo tiraba para atrás. No podía decidirse el lombardo a continuar. Tampoco a abandonar su respingo agricultor, fuente del plato de comida de la noche; fuente de inspiración y raciocinio en el día.

El lombardo vivía recolectando trufas, aunque él era un poeta, y no lo sabía. Cantaba por entre las ligustrinas cada día más enemigas; cada vez más indiferentes; cada vez más ligustrinas. Un día el lombardo decidió no quejarse, y tomando rienda suelta de su recolección, decidió bajar al pueblo. Avistando a lo lejos una mansión apareció cantando en la puerta como juglar de trovador al cielo apuntando. Nadie supo luego del lombardo, aunque todos suponen que el canto inventó.


lunes, marzo 26

anacaona

Corrían años de conquista itinerante por las Américas. Allá por un mil cuatrocientos y pico, nacía Anacaona, india de raza cautiva. Si: Anacaona, de la región primitiva, y nadie sabe si hubo sol ese día o que. Lo que sí se supo es que Anacaona fue Tanía. Ta qué? La tribu Tanía de la isla la Española en algún rinconcito del Caribe! (dijo un Arahuaco en la Sudamérica queriéndose explicar). Anacanoa se iba por encima de la cintura; sandunguera ella. Musa primera, tan bella que aún hoy lo sigue siendo. Cristobalito y sus amigos rondaban por allí en esos tiempos, acechando a las féminas; motivo que desató la vehemencia de esta muchachita quien se despachó en estruendos. Quería su respeto, no sus piropos. Algunas lenguas entre son y tambores cuentan de un tal Nicolás Ovando: ambicioso y desalmado en su afán por controlar la resistencia, siempre tozuda y floreciente. El muy truhán la mandó a la hoguera; pública y despiadadamente. En la lengua de los Taníos Anacanoa significaba `flor de oro`. Y ella brilló en llamas, sandunguera, para hacerse canción.


un señor llamado Marcus

'A vida é a arte do encontro'

Fue el día que sentí que había vivido. En la tercera mesa, columna al frente un poquito de coté, güisqui en mano y ellos tres en el escenario. Conocía a uno de los tres de otro lado, y de algún que otro audio que había llegado discreto a mi bandeja. Así fue que lo vi entrar al local con su amable acento bahiano y una rutilante sonrisa de carnaval. Hacían ya casi siete meses que había abierto la librería allá por Viamonte casi Suipacha, con un vaivén de curiosos interminables que anochecían buscando la historia de sus vidas. De modesto escaparate acunaba las leyendas más lindas, aunque no tan solicitadas de Buenos Aires. Una rara colección que fui armando con traducciones caseras de algunas obras de vanguardia y otras que se vendían más fácil, pero bueno había que comer, vio? Las veces que entraron preguntando por esas ediciones son contadas e incluso hasta medio forzadas por el vendedor, o sea quien les habla. No fueron muchos, a fin de cuentas esos libros terminaron en buenas manos, siendo unas de las joyitas que tengo hoy en mi biblioteca. Uno de esos clientes preguntones fue un señor vestido con mirada de verano y modesto semblante de artista. En su tono extranjero había más amistad que lejanía, y en un español claro y saltarín me preguntó por unas cartas de Rimbaud. Le fui mostrando lo que quedaba exhibido, aunque también saqué del cofre los que a cualquier cliente no ofrecía. Así entre charla y opinión entusiasta se quedó un rato largo, como se quedan los amigos cuando pasan con un tiempito y se toman un café. Claro que le ofrecí uno al no tan pibe y compinche visitador, pero no quizo, era muy temprano para esas cosas, aunque me aceptó contento uno de esos tan compañeros y caminadores juancitos. Sencillo en su decir de poeta y fraterno conversador me convidó con un libro que traía en su bolsito, tejido a mano seguramente por alguna abuela que se daba mucha maña para esas cosas. El libro me llamó la atención. En la tapa no tenía más que unos verdes medio desprolijos, y en su adentro unas cuantas poesías escritas a mano firme y despatarrada. Lo más emocionante fue el gesto de extenderlo por sobre el mostrador y decir pra voce al unísono; y con canto fresco me ofreció ir a escucharlo por la noche con su grupo a un bodegón del centro porteño. No sé si lo viví o sentí o creí que había vivido, la cosa es que estaba sentado en la tercera mesa, columna al frente un poquito de coté, güisqui en mano y ellos tres en el escenario, y cuando se presentó dedicándole el concierto a um grande amigo, mencionó mi nombre saludándome desde la tabla y arrancaron a tocar.

martes, marzo 20

en donde pase la luz, eso mismo

Señor que pide ventanas a domicilio, lo llamo desde otro algún teléfono público para contarle que la cosa va bien; aún pese a su ímpetu de urgencia y necesidad. La madera andaba algo roída, vió? No le digo que quedó chiche bombón pero cuando hay corazón de por medio… si si, yo se que pareciera que no le hablo de ventanas, pero le juro que sí; sepa disculpar usté ahora, es que uno hace lo que hace cuando lo hace por hacerlo, y por pedido, pero si supiera que las ventanas tienen ese algo… bueno, en fín; corazón de por medio y a través de su ventana ya se está viendo la luz. Solo restaría coloc… ¡pero hombre que impaciente! Cómo? Tranquilícese que le va a salir un chichón de espera si sigue así… Que si no hay luz no puede mirar? Si, lo entiendo, vamos a hacer algo entonces, ¿Qué le parece una ventana – espejo?... Claro, una gran ventana espejo, para que la luz pase como pispireta por entre las flores y al mismo tiempo un espejo para que usté recuerde siempre quién es, o hacia dónde va. Imagínese nomás, todas esas bondades…La podríamos pintar de violeta y le encastraríamos unos marcos amarronados… Si, claro que sí, es una ventana firme y eso que no es de roble, pero cortela un poco con las preguntas che, más paciencia y menos llanto. Hágame un favor, y préndase un pucho… ¿Qué viene fumando como escuerzo? Bueno hombre, todo no se puede, préndase un pucho y préndale una vela al barba… Le venía diciendo, será un primor: a un costado una escalera de venecitas y en donde la manija está, un pompón verdiazulado, ¿Qué me dice, eh? Se necesita de mucha pasión y esmero para lidiar con las ventanas, ¿me está escuchando? ¿cómo? No me diga eso don, que hasta el más barbudo de los ateos echa una mirada pa arriba cuando nadie lo ve… Y sí hombre, hay que tener fe, vió? Y mucha. Usté aguarde tranquilo que en cuanto toda la luz pase por la ventana, lo llamo… Y hágame caso, préndase un pucho.
‘ta lueguito!

una ventana, por favor

Señor que vende ventanas a domicilio, lo llamo desde un teléfono público para solicitarle que me venda una ventana. Seguramente le resulte algo extraño mi ímpetu de urgencia...sí sí, preci....sísí, pero escuchemé, ahora me cuenta. Mirando hacia el oeste, en la pared de la habitación que construí recientemente me topé de repente con el concreto de una pared que me dificultaba ver a través. Y sí, ver a través de la pared es tan difícil como ver que ahí hay una pared. Resulta que cuando construí lap....sísí, ahora me dice, pero escuche..cuando construí la pared no pensaba sólo en pintarla con crayones o marcador; ni siquiera con latex, y mucho menos para exterior. Lo que pensaba era siempre en una ventana, y una puerta quizá, pero siempre pensé primero en la ventana. Que para qué la iba a necesitar, pues para ver a través, aunque siempre miré convencido que de la pared también se veía hacia allá. Pero vio, llega siempre un instante en que el concreto se hace duro, y el gris de la pared lo obliga a uno a acurrucarse y espiar, con la oreja o con los pies para ver si aunque sea algo hay para ver a través. Y no..sabe qué..¿me está escuchando? Le quiero comprar una ventana y no me escucha? Ah ok ok, perdón, le decía que no, que uno se imagina muchas cosas del otro lado. Por suerte estamos en planta baja vio, y solamente atrás hay jardín, por ahora, y precisamente para eso lo llamo, me entiende? Quiero poner una ventana, grande, de esas que se abren de par en par y queda uno en el medio y que no importa si llueve o hay sol de primavera. Entiendo...es difícil poner la ventana? Oigamé, mi pedido es ese, lo puede hacer? Pero claro hombre que le doy una mano. Sí, a la tarde lo llamo y arrancamos.
¡Gracias!
'ta lueguito.

domingo, marzo 18

en el barrio Tamoré

Volvía con sombrero de ala caída por entre las medianeras que nacen antes de perderse en las ligustrinas del pasaje Catamarca. Su traje raído y un pómulo manchado en brillos de anteayer quejaban sobrios la historia que trajo para compartir su dolor, aunque su mirada decía otra cosa. Dialogaba y contaba de más, pero no dejaba en ningún momento de ensombrecer la pesadez que lo gobernaba. Tardé en reaccionar, incluso no siendo pocas las veces que debí detenerme en marcha antes de descubrir qué era lo que hacía tan angustioso al muchacho. El tipo era un creyente, de esos que manifestaba todo el tiempo su locura y fervor. El tipo era raro, aunque en cada charla te invitaba no sólo a proseguirla gustoso, sino que siempre había algo más. Algo como siempre arrimarte sin querer al recuerdo. Quizás en lo que contaba estaría la clave. Pero no. Ahora que lo pienso un poquito mejor, él era así. De tan creyente, un día de abril lo llevó a encontrarse perdido por barrio ajeno, de matorrales y pecaminosas cuadras. Ahí descubrió quién era. Y no se arrepintió.

jueves, marzo 15

margaritas

Iba a ser historia de pispireta loca, de gurisa salida del catre hacia nuevos vientos libertarios. Iba a tenerlo todo: un gran escape, un mejor postor y una ridícula vida alejada de las sobriedades que el destino tenía para ofrecerle y que ella, poco a poco se negaba a creer. Tanto así que uno de esos descreidísimos días, en la intentona para que nadie más interceda en su pasar, cazó el teléfono y chamuyó profundo a su hermanita, con un montón de jugarretas caseras y baratas, como los resfriados de abril. Iba a ser historia de guarra esquina, de un espíritu con tres mil cañonazos encima, ninguna improvisada. Si hasta dejó de ser habitué en el barcito donde siempre, ¡eso debió haberle costado! Ni rastros de sus floreados vestidos, ni esos dos hielos y medio para su ginebra, que alocada pedía, ante los embates de un cantinero moribundo que con voz trémula le decía “piba, el medio hielo te lo voy a hacer cortar a vos..”. Iba a ser todo eso y mucho más.

Ahora, la historia, el destino, la palabra y la cosa, dirán que pudo haber sido todo eso y le pondrán un pero; gigante. Aún así, no estamos aquí para embrutecer al lector con las más despiadadas y desopilantes historias que pudieron haber sido y que no lo fueron jamás. No al menos esta vez. No al menos con la historia de Margarita “la liendre” Suárez, quien tuvo ganas de ser protagonista de su historia de pispireta loca, de gurisa salida del catre hacia nuevos vientos libertarios. Y quien no solo tuvo ganas, sino que un buen día se puso sus sandalias y partió. Y todos en el barrio anonadados se miraban entre sí, esperando esa historia que inexorablemente no tenía que ser, y que no encontró ningún pero en el camino como para no hacerse carne.

Una vez hace ya muchos años, me contaron que había historias de exiliados y exiliados de historias. También está la historia de los que quieren. Esta me la contó la misma Margarita, veintipico de años después, en el mismo barsucho, con una peluca negra y una queja por lo bajo. Se estaba tomando una ginebra. Con dos hielos. Y nada más.

lunes, marzo 12

clin! carta

La palabra, oh! la palabra, ruin, adornada y jocosa, siempre donde hay palabra es que se trata de otra cosa. Mucho se habla del viento, que usted conoce bien desde adentro; mucho de las esperas; pero más aún del destino. Hasta las andanzas del primer profeta pecan de inmemorables, lo que hace innecesario referir al tema. El destino, oh! destino, ruin, adornado y jocoso, siempre donde se habla de destino es que se trata de otra cosa. ¿Cómo guardarse techo adentro cuando lo que aparece es sensación disfrazada de destino? ¡Y cómo no hacerlo!
En fin, cuando lo desgarrador del suceso aplasta; cuando la magnitud del recelo crece, hay una obra que sólo gana chaucha y palitos en imposibles historias que no fueron; pero cuando la palabra parece destino es que se trata de otra cosa.

viernes, marzo 9

correspondencia

Querido viejo lobo de mar adentro,
En estas pocas líneas voy a convidarlo con una especie de especia letrada de primavera. Así como la rama de romero reverbera trémula en la salsa de la olla; y así como el aroma se acelera hasta que se agolpa en la salsera, el lobo vuelve a oler a su presa y la estampa contra la escollera compañera que la aguarda apacible en la costa, una tarde que no es cualquiera. La víctima ensangrentada y moribunda atina a profesar una tormenta de miradas y suspiros hacia su predador, desencantado por la playa que yace yerma a la luz de esa tarde de primavera ¿Sólo hay palabras sin destino cierto? Puede que así sea. Y sin énfasis en continuar detallando, mi querido amigo, viejo lobo de mar adentro, le pido de pie y con ceja e`rascacielo, que nade. Y que nade fuerte. Que mueva esas aletas rasqueteadas y se saque la mufa de encima, porque la mufa; si la mufa, es como pisar un hormiguero y tragarse las hormigas. Y si bien usté poco conoce de las hormigas y sus hogares, bien entiende de mufas guarras, aquellas que le han gritado al oído en medio de la noche. Y también conoce la noche, eterna y sin fatos. Entonces nade, nade profundo, nade bajito, nade convencido, nade olímpicamente. Nade hacia el norte buscándose un sur y cuénteme si solo hay palabras sin destino antes que el destino se vuelva palabra.


viernes, marzo 2

otoño de enero

A todos pidió perdón hoy por haber soltado lágrimas de esas que no cuajan de sólo tropezar con el aire, tampoco gustan. Uno se interesa por saber, se preocupa, pero de verdad, de verdad, es lo que menos importa. Importa que soltó una lágrima de esas que no se llaman más que a sí mismas y que otra cosa no significan. Pasó que atrás de ese llanto no quedaba más que nada; y pasó que pasó, como todo lo que pasa, se va y no vuelve.